Abelardo Castillo, uno de los escritores más relevantes de la literatura argentina del siglo XX, que abordó todos los géneros literarios y dejó la huella de su compromiso social y político en revistas como “El escarabajo de oro”, “El ornitorrinco” y “El grillo de papel”, murió a los 82 años de una infección posoperatoria en la ciudad de Buenos Aires, donde había nacido en 1935
Maestro de escritores y eximio cuentista (digno sucesor de la dinastía de apellidos Arlt, Borges y Cortázar), pero también autor de novelas como “El que tiene sed” y “Crónica de un iniciado” y de obras de teatro como “Israfel”; fue un autor fundamental de la segunda mitad del siglo XX, que consideraba que el escritor es ante todo “un inmoderado por naturaleza, un rebelde”.
Castillo nació en Buenos Aires el 27 de marzo de 1935, pero a los 11 años se trasladó con su familia a la ciudad de San Pedro. En 1952 regresó a Buenos Aires.
La crueldad, el desafío, la competencia, la traición, la culpa típicas de la adolescencia son marcas recurrentes en sus cuentos, que reunió bajo los títulos “Las otras puertas” y “El espejo que tiembla”, entre otros.
Su sólido compromiso con la realidad y la política, característico de la generación del 60, de la que fue uno de los nombres centrales, lo llevó a crear junto a otros escritores las revistas literarias “El grillo de papel” (1959/1960), que fue prohibida en 1960 por el gobierno de Arturo Frondizi, “El escarabajo de oro” y “El ornitorrinco”.
Esta última revista, que publicó junto a Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre quien fue su esposa y lo acompañó hasta sus últimos días fue considerada una de las publicaciones más importantes de la resistencia cultural contra la dictadura militar instaurada el 24 de marzo de 1976.
Castillo dictó durante los últimos cuarenta años, siempre en el living de su casa, el que tal vez fuera el más importante taller literario de los muchos que se dictan en Buenos Aires. Fue admirado y querido como maestro por autores como Juan Forn, Rodrigo Fresán, Gonzalo Garcés, Pablo Ramos y Samanta Schweblin, entre otros.
Entre muchísimos premios, en 2007 fue galardonado con el premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas por “El espejo que tiembla”. Su obra fue traducida a catorce idiomas.
El mundo de las letras lo despedía ayer con tristeza y admiración.